martes, 19 de abril de 2011

HOMENAJE A LEOPOLDO MARECHAL Ernesto Sábato

Palabras pronunciadas por Ernesto Sabato en el "Homenaje a Leopoldo Marechal", llevado a 
cabo en la Universidad de Belgrano, ciudad de Buenos Aires, el 20 de julio de 1978.
Sería una ofensa hacer aquí, en tan pocos minutos, el examen y el elogio de la obra de Leopoldo Marechal. Tampoco es necesario: pasará a la historia de la lengua castellana como insigne hito de la poética y la narrativa. A ese monumento que le tiene reservado el tiempo no se le pueden arrojar bombas de alquitrán, y ha de ser invulnerable al insulto, la ironía, la envidia y el silencio: esos premios que con harta frecuencia los hombres de letras de nuestro país confieren a los que deberían honrar.Es arriesgado buscar atributos

imagen obtenida del sitio                                http://www.elortiba.org/marechal.html                                meta-históricos en los pueblos, pero la antigüedad y la potencia de alguno producen algunas tenaces constantes a lo largo de su historia. Tal sucede con ese  milenario, duro y grande pueblo hispánico que dio su sello a esta tierra americana; un sello tan profundo e imborrable que hoy, después de cinco siglos de conquista, seguimos hablando la lengua de Castilla:y no únicamente los viejos criollos descendientes de españoles, sino también los hijos y nietos de alemanes, italianos, rusos, sirios, judíos, polacos y armenios. Un  fenómeno asombroso que revela la fuerza espiritual de aquella conquista, pues la raza que fue cruelmente despojada y humillada no sólo ha producido dos de los más altos poetas de la lengua castellana; Rubén Darío y César Vallejo; sino que esos poetas han cantado a España en poemas memorables. Pero las virtudes suelen convertirse en defectos cuando se extreman. Y así, el orgulloso individualismo hispánico, su altivo sentimiento de independencia, derivó hacia el feroz egocentrismo y el desprecio por el otro, lado sombríamente destructivo que hemos quizás heredado- 
En el prólogo a su obra sobre el Cid, con amargura Menéndez Pidal señala este defecto de la raza, y escribe: "La invidencia hispánica, vicio eminentemente hispánico, entorpeció tenaz la obra del Cid, sin tener en cuenta el daño colectivo que en la guerra antiislámica se seguía al destierro del héroe superior." Así era Castilla, "que face los omes e los gasta". Y agrega que esta peculiaridad venía de lejos, pues ya Estrabón caracterizó a los íberos como orgullosos y torpes para la confederación. Y aquella envidia-aquella invidencia-obró siempre como disolvente social y como fuente de resentimiento colectivo.
"Torpes para la confederación", sagazmente describe Estrabón. Y cuando Simón Bolívar, después de su portentosa epopeya, declara con amargura que "ha arado en el mar",pues que apenas  liberados estos pueblos se sumen en la más feroz de las anarquías, confirma que dos mil años después se mantiene intacto este terrible atributo de un gran pueblo- tanto más perdurable y terrible cuanto más grande es el pueblo que lo posee. Y todavía hoy, aquí mismo, cada régimen, cada gobierno rompe lo positivo que pudiera haber en el régimen anterior; cambia de rumbo, destroza o contradice lo que hicieron los hombres que los precedieron. Y así sobrevivimos en medio de proyectos abortados, impulsos detenidos, enseñanzas opuestas, cambios de nombre en las calles y plazas. Claro que hay excepciones, pero cuando se producen las miramos con estupor, y por lo general las atribuimos a una especie de distracción o de olvido, porque aquí ni en lo destructivo somos sistemáticos, ni en lo malo somos buenos. De este modo, nuestra historia es una sucesión de diatribas, cada facción se considera dueña absoluta de la verdad. La Argentina ha estado dividida siempre entre puros y réprobos. Para los unos, Rosas es un genio virtuoso, para los otros un sanguinario chacal, cuyas cenizas ni siquiera tienen el derecho a descansar en su tierra. Pensemos lo que en cambio sucede en un país como Francia, donde sus conductores invariablemente son honrados, cualesquiera sean las opiniones sobre ellos por encontradas que sean; donde un hombre como Napoleón, todavía execrado por multitud de franceses, es recordado por una hermosa calle, por un imponente panteón, por las grandes avenidas que conmemoran sus grandes batallas. Ansioso desde su juventud por la justicia social, Leopoldo Marechal fue desde la primera hora un peronista consecuente. No obsecuente, como jamás lo son los espíritus grandes, y bastaría recordar que en 1951 fue separado del cargo que tenía. En virtud de ese perdurable defecto de nuestra herencia hispánica, su militancia le valió enemistad, rencor y silencio: un silencio poderoso y siniestro, apenas quebrado por algunos intelectuales que, por encima de sus discrepancias políticas, reconocieron en él uno de los más grandes escritores argentinos. 
Se le calificó de resentido, de vanidoso que pretendía ser genio, de engreído y hasta de tomista; como si compartir ideas de Santo Tomás pudiese ser motivo de desprecio. Un eminente hombre de letras lo calificó, para colmar la horrenda medida, de delincuente. 
Casi solo, pero apoyado en ese puntal de acero y ternura que fue su compañera, en su pequeño y pobre departamento de la calle Rivadavia, se aguantó aquel durísimo exilio en su propia patria, esa patria que quería hasta la agonía. Modesto, pero también con la conciencia de su grandeza;ya que se puede ser modesto frente a los valores supremos y arrogante frente a los idiotas;en momentos de extrema amargura llegó por fin a quejarse, murmurando:  "¿Cuándo mis compatriotas dejarán de orinarme encima?".
Tenía, como todo gran artista, algo de niño. Era un espíritu evangélico, uno de esos seres que parecen salvar el espíritu cristiano de esa Iglesia objetivada de que hablan Berdiaev y Urs von Balthasar. Era bondadoso, pero no en el sentido trivial de la palabra, ya que no podemos ni debemos permanecer bovinamente impasibles frente a la injusticia o la tortura. En uno de sus grandes poemas dice, en efecto: "No vaciles jamás en la defensa o enunciación o elogio de la Verdad, del Bien y de la Hermosura: son tres nombres divinos que trascienden al mundo, y es fácil deletrear su ortografía. No los traiciones, aunque te hagan polvo". Fue precisamente su sagrado sentido de la justicia lo que lo impulsó hacia el socialismo en su juventud y hacia el peronismo en sus años maduros. Porque, cualquiera que sea el juicio que merezca la persona de Perón;y el mío es públicamente negativo;, nadie puede negar que encabezó el más vasto y profundo proceso en favor de los desheredados. Y Leopoldo sentía como pocos el dolor de los indefensos, y amaba a su pueblo como siempre lo han hecho los artistas verdaderamente grandes: desde Cervantes hasta Tolstoi. Y, como es peculiar en esta clase de seres, no amaba al hombre en abstracto, esa Humanidad con mayúscula bajo cuya invocación se han instaurado hasta campos de concentración, sino al pequeño y precario y sufriente ser de carne y hueso. 
Más aún: ansiaba que sus obras pudieran servir a ese hombre concreto, ayudándole a mitigar sus desdichas, respondiendo a sus más dolorosos interrogantes, revelándole su propia tierra, esa patria también concreta que está hecha de trigales, de pájaros y lagunas en el campo, de calles y rincones en su ciudad, de amores y crepúsculos, de venturas y desventuras en común. 
Esa patria que él amaba y que bellamente resplandece en sus páginas; en un amor que paradó- jicamente se revela hasta en sus más amargas reflexiones, cuando critica a los que lo ensucian o arrastran por el suelo, o lo posponen a sus sórdidos bolsillos. Pues no olvidemos que aun las mejores patrias, aquellas que han dicho algo al mundo, infinidad de veces fueron amonestadas por sus grandes espíritus, con el corazón desgarrado y sangrante: por Holderlin y por Nietzsche, por Dostoievsky y por Tolstoi. Y por aquel nobilísimo Puchkin que, después de reírse con las descripciones que Gogol le leía, terminó exclamando con la voz anudada por la amargura: 
"¡Dios mío, qué triste es Rusia! ".
También Leopoldo Marechal, en un poema memorable, exclama, o quizá murmura con infinita pesadumbre: 

La Patria es un dolor que aún no sabe su nombre.
ERNESTO SABATO
Fuente: http://www.geocities.com/leerasabato/marechal.htm
http://www.elortiba.org/pdf/Marechal_Sabato.pdf

Otra de sus frases, vaya si vigente.

"Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción, cuyo cadáver usufructúan los cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales; y una Argentina como en navidad y crecimiento, que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros, y muy particularmente de las nuevas generaciones.
Desde hace algunos años oigo hablar de los escritores “comprometidos” y “no comprometidos”. A mi entender, es una clasificación falsa. Todo escritor, por el hecho de serlo, ya está comprometido: o comprometido en una religión, o comprometido en una ideología político-social, o comprometido en una traición a su pueblo, o comprometido en una indiferencia o sonambulismo individual, culpable o no culpable." 

Leopoldo Marechal 

4 comentarios:

  1. ! pavada de posteo ! Un genio Marechal y muy buena semblanza de Sábato en su homenaje.
    Como el discurso tiene ya algunos años, quedaría por aclarar que el Brigadier Don Juan Manuel de Rosas ya descansa en tierra argetina.
    No coincido con el maestro Sábato,y esto por supuesto carece de importancia,de que recordemos a todos los hombres de nuestra historia con la misma distinción. Si bien es cierto que Francia recuerda en una hermosa avenida a Napoleón Bonaparte, no creo que los alemanes recuerden a Hitler en el nombre de ninguna de sus calles o plazas. Sí es cierto, que algunos de nuestros más grandes exponentes de la literatura, del arte, del pensamiento etc.etc. han sido olvidados y maltratados por su opinión política, cuestión que me parece injusto y miserable.
    El poema a La Patria es memorable.
    Gracias por el material, muy bueno.
    Un abrazo

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  2. QUIERO A MARECHAL, PERO NO A SABATO, AL QUE LEI DE MUY PENDEJA. (A LOS DOS, ESTABAN DE MODA ENTONCES) Durante un tiempo y a instancias de un bloguero amigo busque este poema que salia en un ciclo de tele (donde se leian poemas) que se llamaba Los Creadores. El poema esta en Didactica de la alegria, y es el fragmento 26,
    se lo envio
    a Didactica de la Alegria, y en su parte 26 dice

    26

    Si están o no habitados Marte, Venus y Júpiter,
    es una duda torpe que no has de mantener.
    Este globo terráqueo (planeta nada ilustre)
    se vanagloria, empero, de muchos habitantes:
    ¿por qué no los tendrían, Elbiamor, los demás?
    ¿Qué les falta una atmósfera de oxígeno?
    Respirarán fotones o electrones.
    ¿Qué no tienen ganados ni trigales?
    Almorzarán sus cobres y amatistas.
    Sus almas racionales bien podrían tener
    un soporte de cuarzo, sin violentar la lógica.
    ¿Por qué han de ser iguales a nosotros?
    La posibilidad es infinita,
    y el Divino Alfarero no se repite nunca.

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  3. Gracias Marce y Gracias Nilda, que seria si Uds.

    Y a proposito Nilda GRACIAS! te aviso que hoy a la tarde (recien estoy llegando y Graciela me dio el sobre) me llegó el libro.

    Lo voy a devorar

    Muchas gracias Nilda!!!!!!!!!!!

    Abrazo y gracias too a Marcela

    Miguel

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  4. Hola y buenos días..

    Paso a daros las gracias por vuestras palabras en casa y a desearos Feliz Pascua.

    Saludos

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